La grandeza del Kyuden Doji era indiscutible. El castillo rendía homenaje a la dama Doji en cada uno de sus rincones, belleza, cuidado y esplendor. El mantenimiento del lugar era una tarea que los cientos de sirvientes Doji atesoraban con total dedicación. El viento frío acompañaba los primeros copos de nieve, el primer invitado a la Corte de Invierno. Desde aquel mirador situado en una de las partes más altas del Kyuden Doji, el joven Kakita observaba con cierta curiosidad el horizonte al norte, por el cual muchas de las delegaciones harian su llegada durante el día de bienvenida.
- ¿Respirando el aire que arrastran los primeros rayos de sol? - La voz suave y quebradiza de Takako llegó a los oídos de Hiroyuki. No había sentido presencia alguna, ni sonido, y sin embargo, su madre se encontraba tras él en aquella terraza cubierta por arcos imperiales de gran tamaño.
- Nuestros invitados ya deben encontrarse en camino. - Dijo mirando al mismo horizonte que el muchacho. - Ayudaremos a la familia Doji como se espera de nosotros. - Posó una delicada mano sobre su hombro. - Seremos anfitriones Grulla para el Emperador y sus familias, para nuestros hermanos, y sobre todo, para nuestros enemigos. - Apretó la mano que posaba sobre su hombro mientras su mirada continuaba fija en aquel horizonte. - Espero, mi querido hijo, que hagas alarde de todo cuanto te he enseñado, pues quien sabe si de esta corte inolvidable podrás acabar con un buen matrimonio.
Su pelo ondeaba con la brisa de la mañana, algunos tímidos copos de nieve se posaban sobre su cabello aumentando más el brillo de éste. Su blanco lucía aún más exquisito, aunque bien sabía, que era complicado competir con la belleza de su amado hijo.
- ¿Respirando el aire que arrastran los primeros rayos de sol? - La voz suave y quebradiza de Takako llegó a los oídos de Hiroyuki. No había sentido presencia alguna, ni sonido, y sin embargo, su madre se encontraba tras él en aquella terraza cubierta por arcos imperiales de gran tamaño.
- Nuestros invitados ya deben encontrarse en camino. - Dijo mirando al mismo horizonte que el muchacho. - Ayudaremos a la familia Doji como se espera de nosotros. - Posó una delicada mano sobre su hombro. - Seremos anfitriones Grulla para el Emperador y sus familias, para nuestros hermanos, y sobre todo, para nuestros enemigos. - Apretó la mano que posaba sobre su hombro mientras su mirada continuaba fija en aquel horizonte. - Espero, mi querido hijo, que hagas alarde de todo cuanto te he enseñado, pues quien sabe si de esta corte inolvidable podrás acabar con un buen matrimonio.
Su pelo ondeaba con la brisa de la mañana, algunos tímidos copos de nieve se posaban sobre su cabello aumentando más el brillo de éste. Su blanco lucía aún más exquisito, aunque bien sabía, que era complicado competir con la belleza de su amado hijo.